Una estrella de telerrealidad invitó a una actriz porno que tenía la mitad de su edad a una habitación de hotel después de una ronda en un torneo de golf de celebridades. Ella llegó con un vestido dorado y zapatos de tacón. Él le prometió salir en televisión y luego, según ella, se acostaron.
Sin embargo, la cadena de acontecimientos derivados del encuentro de 2006 que la estrella del cine para adultos Stormy Daniels ha dicho que tuvo con la personalidad de la televisión Donald Trump está a punto de convertirse en un acontecimiento histórico: la primera acusación penal formal contra un expresidente de Estados Unidos.
El fiscal de distrito de Manhattan Alvin Bragg señaló que está preparándose para presentar cargos por delitos graves contra Trump; se espera que Bragg lo acuse de ocultar los 130.000 dólares que Michael D. Cohen, el abogado y solucionador de Trump, le pagó a Daniels a cambio de su silencio antes de las elecciones presidenciales de 2016.
La condena tal vez dependa de que los fiscales demuestren que Trump reembolsó a Cohen y falsificó registros comerciales cuando lo hizo, quizá para ocultar una violación de la ley electoral.
No sería un caso sencillo. Se espera que los fiscales utilicen una teoría jurídica que no ha sido evaluada en los tribunales de Nueva York, lo que plantea la posibilidad de que un juez pueda desestimar o limitar los cargos. El episodio ha sido analizado tanto por la Comisión Federal Electoral como por los fiscales federales de Nueva York; ninguno tomó medidas contra Trump.
Trump ha negado haber mantenido relaciones sexuales con Daniels y ha dicho que no hizo nada malo. El expresidente, que aspira a la candidatura republicana a la Casa Blanca en 2024, ha dejado claro que tachará la acusación de “cacería de brujas” política y la utilizará para movilizar a sus partidarios. El sábado, predijo que sería detenido el martes y convocó protestas.
El principal testigo de los fiscales sería Cohen, quien se declaró culpable de violaciones al financiamiento de campañas federales en agosto de 2018 y admitió que ayudó a concertar el pago a Daniels —además de otro pago a una exmodelo de Playboy— para ayudar a la candidatura presidencial de Donald Trump por órdenes de Trump.
Una acusación formal marcaría otro episodio extraordinario en la era de Trump: un expresidente —cuyo mandato concluyó con una revuelta en el Capitolio, que trató de revocar una elección justa y quien está bajo investigación por no devolver documentos clasificados— podría enfrentar su primer delito penal por pagar por el silencio de una estrella porno.
Un encuentro en Lake Tahoe
Daniels, cuyo nombre de pila es Stephanie Gregory, vivió la mayor parte de su infancia en un rancho venido a menos en Baton Rouge, Luisiana, tenía 27 años en julio de 2006, cuando conoció a Trump, que entonces tenía 60, en el torneo de golf para famosos celebrado en Nevada.
Cuando conoció a Daniels, Trump ya se había transformado de magnate inmobiliario a estrella de telerrealidad; había viajado al torneo sin su tercera esposa, Melania, que se quedó con su hijo recién nacido. Trump y Daniels se cruzaron en el campo de golf y más tarde en la sala de regalos, donde fueron fotografiados juntos en un puesto de su estudio de porno, Wicked Pictures. Él la invitó a cenar.
Mientras charlaban esa noche en el penthouse de Trump en Harrah’s Lake Tahoe —ella ha dicho que él llevaba un pijama de seda negro y pantuflas— él la invitó a participar en “El aprendiz”, un programa de telerrealidad de la NBC. Ella dudaba de que él pudiera organizar que ella participara. Él le aseguró que sí.
Después, la llamaba de vez en cuando desde un número bloqueado y le decía “honeybunch” (cariñito, en español). Se vieron al menos dos veces más en 2007, en una fiesta de presentación del efímero vodka Trump y en el hotel Beverly Hills, donde vieron el programa “Semana del tiburón”. Pero no volvieron a mantener relaciones sexuales. Y Trump nunca la llevó a “El aprendiz”. Aun así, siguió llamándola, según ella. Al final, ella dejó de contestar.
Historias de ventas
Desde el año 2000, Trump ha escenificado carreras presidenciales de largo alcance que parecían más trucos publicitarios que candidaturas serias. En 2011, inició otra, promoviendo teorías conspirativas según las cuales el entonces presidente Barack Obama no era ciudadano estadounidense. Mientras lo hacía, Daniels, aún molesta, empezó a trabajar con una agente para ver si podía vender la historia de sus encuentros.
Negociaron un trato por 15.000 dólares con Life & Style, una revista de celebridades, y Daniels le dijo al reportero que la entrevistó que creía que la oferta de Trump de convertirla en concursante había sido una mentira, según una transcripción que apareció después en internet.
“¿Solo fue para impresionarte, para intentar acostarse contigo?”, preguntó el reportero. “Sí”, respondió Daniels. “Y supongo que funcionó”, agregó.
Cuando la revista contactó a la Organización Trump en busca de comentarios, Cohen devolvió la llamada. El abogado se había incorporado a la empresa cuatro años antes y se había convertido en el solucionador de Trump, haciendo todo lo necesario para resolver los problemas difíciles de su jefe y la familia Trump. Cohen amenazó con demandar, la revista eliminó el reportaje y Daniels no recibió ni un centavo.
Por su parte, Trump abandonó la contienda y siguió presentando “El aprendiz”.
En octubre, la historia de Daniels sobre Trump salió a la luz de manera fugaz después de que su agente la filtró a un blog de chismes llamado “The Dirty”, con la finalidad de despertar el interés de alguna publicación que quisiera pagar por la historia. Un par de medios de comunicación le dieron seguimiento, pero ninguno ofreció una remuneración. Daniels negó la historia, y su agente hizo que un abogado de Beverly Hills, California, Keith Davidson, retirara la publicación.
Cuando Obama se preparaba para dejar el cargo en 2015, Trump decidió presentarse de nuevo a las elecciones presidenciales. Ese agosto, se sentó en su oficina de la Torre Trump con Cohen y David Pecker, el editor de American Media Inc. y su periódico sensacionalista más importante, The National Enquirer.
Pecker, amigo de toda la vida de Trump, había recurrido a The Enquirer para impulsar las anteriores campañas presidenciales de Trump. Prometió publicar historias positivas sobre Trump y negativas sobre sus rivales, según tres personas familiarizadas con la reunión. Pecker también acordó trabajar con Cohen para encontrar y suprimir historias que pudieran dañar los nuevos esfuerzos de Trump, una práctica conocida como “atrapar y matar”.
En la primavera de 2016, Daniels, con ayuda de su agente, intentó vender su historia de nuevo, esta vez por más de 200.000 dólares. Pero las publicaciones a las que contactó la rechazaron, incluido The Enquirer.
Más o menos por esas fechas, Karen McDougal, exmodelo de Playboy, comenzó a explorar cómo monetizar su propia historia de sexo con Trump. McDougal, quien fue la conejita del año de Playboy en 1998, ha declarado haber tenido un amorío con Trump desde 2006, cuando ella tenía 35 años. Habían pasado tiempo juntos en su apartamento de la Torre Trump y en el mismo torneo de golf donde se dio el encuentro con Daniels. Pero según McDougal ella puso fin a la relación en 2007. Trump ha negado el romance.
En 2016, con su carrera como modelo en declive, McDougal contrató a Davidson, el mismo abogado que había ayudado a Daniels a eliminar la publicación del blog de 2011.
El abogado se puso en contacto con el editor de The Enquirer, Dylan Howard, para comprar la historia de McDougal, y, según han declarado tres personas con conocimiento de las conversaciones, tanto Howard como Pecker informaron a Cohen. A finales de junio, Trump pidió personalmente ayuda a Pecker para mantener a McDougal en silencio, según el testimonio de Pecker ante los fiscales federales.
Pero el tabloide no hizo nada sino hasta que McDougal estaba a punto de conceder una entrevista a ABC News. A principios de agosto, American Media acordó pagar a McDougal 150.000 dólares por los derechos exclusivos de su historia sobre Trump, camuflando el verdadero propósito del acuerdo al garantizar que aparecería en dos portadas de revistas, entre otras cosas, según han declarado cinco personas familiarizadas con los hechos.
American Media admitiría después, en un acuerdo para evitar un proceso federal, que el principal propósito del acuerdo fue suprimir la historia de McDougal, que la empresa no tenía intenciones de publicar.
Mientras tanto, Daniels seguía sin encontrar a alguien que quisiera su historia. Su suerte cambio a principios de octubre.
‘Podría hacernos ver muy mal’
La noticia cayó como una bomba en la carrera presidencial. El 7 de octubre de 2016, el diario The Washington Post publicó lo que se conocería como la cinta “Access Hollywood”, en la que Trump, sin darse cuenta de que el micrófono estaba abierto, fue grabado describiendo en términos lascivos cómo manoseaba a las mujeres.
La gente que rodeaba a Daniels se dio cuenta enseguida de que la nueva vulnerabilidad de Trump la convertía en una amenaza más, y por tanto daba valor a su historia. Davidson, el abogado de Los Ángeles, también era amigo de la agente de Daniels, Gina Rodríguez, y del editor de The Enquirer, Howard. El día después de la aparición de la cinta “Access Hollywood”, Davidson y Howard se enviaron mensajes de texto sobre el daño que la cinta había causado a la campaña de Trump. Entonces, Howard le pidió a la agente de Daniels que le enviara otro mensaje a su jefe, Pecker.
Los ejecutivos del Enquirer alertaron a Cohen, quien le pidió ayuda a Pecker para contener la historia.
Howard regateó con la agente de Daniels, pero cuando le presentó a Pecker una oferta para comprar la historia por 120.000 dólares, el editor se negó.
“Tal vez llame a Michael y le aconseje y él se encargue desde allí”, escribió Howard.
Esa noche, Cohen habló por teléfono con Trump, Pecker y Howard, según los registros obtenidos por las autoridades federales. Howard lo puso en contacto con el abogado, Davidson, que negociaría el acuerdo en nombre de Daniels.
Tres días después de la difusión de la cinta “Access Hollywood”, Cohen aceptó pagar 130.000 dólares en un acuerdo que amenazaba con graves sanciones económicas para Daniels si alguna vez hablaba de su aventura con Trump. El contrato utilizaba seudónimos: Peggy Peterson, o “PP”, para Daniels, y David Dennison, o “DD”, para Trump. Sus identidades solo se revelaban en una carta adjunta.
Daniels firmó su copia en la cajuela de un auto cerca de un set de filmación porno en Calabasas, California. Cohen firmó en nombre de Trump.
Pero Cohen retrasó el pago. Ha dicho que estaba intentando averiguar de dónde sacar el dinero mientras Trump hacía campaña. Según Cohen, Trump había aprobado el pago y delegado en él y en el director financiero de la Organización Trump la tarea de organizarlo. Consideraron opciones para canalizar el dinero a través de la empresa, dijo Cohen, pero no se decidieron por una solución.
Daniels empezó a creer que Trump intentaba dar largas al asunto hasta después de las elecciones del 8 de noviembre; si perdía, su historia perdería valor. A mediados de octubre, después de que Cohen hubiera incumplido dos plazos, el abogado de Daniels canceló el acuerdo, y la actriz porno empezó de nuevo a vender la historia. A la semana siguiente, Howard envió un mensaje de texto a Cohen diciéndole que si Daniels lo hacía público, su trabajo para encubrir el encuentro sexual también podría darse a conocer.
“Podría hacernos ver muy mal a todos”, escribió Howard.
Cohen aceptó hacer el pago. Habló brevemente con Trump en dos ocasiones. Luego, transfirió 130.000 dólares de su línea personal de crédito a la cuenta de una empresa ficticia de Delaware y se los transfirió al abogado de Daniels.
Daniels guardó silencio. Una semana y media después, Trump ganó las elecciones.
Una vez en la Casa Blanca, Trump se ocupó de otro asunto relacionado con Daniels. Firmó cheques para reembolsar a Cohen por el soborno.